viernes, 25 de noviembre de 2016

Algunos hombres buenos.

Hace tres años decidí comprar un terreno para montar un pequeño vivero y poder en el futuro plantar árboles con mis alumnos.
Plantar un árbol es uno de los gestos más simples y a la vez con más carga simbólica que uno puede hacer por el planeta (y no solo por el planeta). Llámame idealista.
Compré el terreno y empecé a llevar tiestos, tierra, unos contenedores para poder almacenar agua para el verano, etc. Pude llevar a cabo un pequeño proyecto en uno de los colegios por los que he pasado. Aquí hay un recuerdo.

Toda iba bien hasta que empezaron a torcerse las cosas.
Después de varios meses comenzaron a desaparecer “objetos”.

El señor ladrón, en este caso pariente lejano de la señora necesidad, era amigo de la noche. Cual tuno universitario rondaba mis escasas propiedades siempre a malas horas. Quizás por ello nunca tuvimos el gusto de conocernos.
Este caballero, no imagino dama en tales menesteres, unas veces se llevaba el armazón de hierro de un contenedor, seguramente con el deseo de venderlo pá chatarra, otras veces una caja de robles de valor cercano al sentimental, otras veces un contendor de plástico…
Todas las andanzas de este tuno, fueron minando mi ánimo hasta el extremo de estar en varias ocasiones a punto de abandonar el proyecto.
- Qué triste comprar un terreno para plantar árboles y no poder plantar nada porque te lo roban- me repitió mi mujer varias veces, no sin falta de razón.

Algunos me sugirieron cercar el prado, loable consejo si no fuera por el montante de la obra. Ya me había dejado unas buenas perras y no podía asumir más gastos.
A cada infortunio sin embargo, el azar o el destino parecía querer responder con la visita de un hombre bueno.

Un día, me visitó un hombre de una empresa de mantenimiento de autovías quien me hizo el favor de plantar árboles, de tamaño considerable, alrededor del terreno delimitando el perímetro. A pesar de que se lo agradecí, creo que hoy en día todavía no sabe el favor que me hizo. Como todo buen hombre es de honor nombrarlo. Se llama Pablo.

Los continuos robos siguieron minando mi espíritu.
Llegó el verano y no quedaba ni un solo contenedor, por tanto ni una sola gota de agua con la que regar los árboles. Tuve que recoger todos los plantones y llevármelos porque se secaban.

Después del último robo, hijo del cabreo nació este cartel en mi huerto:



Un tiempo después me visitó otro hombre bueno. Me dijo que sabía de mi historia por el cartel y me ofreció todos los contenedores de la huerta de su padre que se jubilaba. Se llama Oscar y como el anterior, también es de justicia nombrarlo.

Y en esas estamos…

El señor ladrón sigue pegando duro. Algunas veces no vale con unos cuantos hombres buenos, basta con uno malo.

1 comentario:

  1. ¡Mucho ánimo, Rafa!. No te rindas y sigue persiguiendo tu sueño porque algún día lo conseguirás. Es verdad que a veces basta un hombre malo para estropear lo que tanto ha costado conseguir, pero piensa que sólo los hombres buenos dejan huella; y tú, eres uno de esos hombres buenos...
    Te contaré que el bosque del María Torner sigue creciendo, poquito a poco, pero ya hay varios árboles creciditos. Nosotros, cada vez que pasamos por allí, nos acordamos de ti.
    También aprovecho para decirte que tenemos un montón de garrafas de 20 litros por si te pueden servir. Aunque te las lleve el buen ladrón, te conseguiremos más...
    Te mando un abrazo enorme de toda mi familia y de los niños del cole que se acuerdan mucho de ti. No cambies nunca, campeón.

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